Desde diciembre de 2019, los haitianos son testigos y víctimas del aumento del secuestro.
Incontrolable desde enero de 2020, fue la covid-19 la que ralentizó su velocidad de crucero en marzo, hasta que el país reabrió en junio.
La expansión de este fenómeno en lo que va del 2021 no tiene precedentes.
El pánico es colectivo, pues cualquier persona puede ser secuestrada en cualquier lugar.
¿Cómo se siente vivir en un estado constante de miedo?
l 20 de mayo de 2021, los bandidos armados del grupo 400 Mawozo, una de las pandillas más temidas del centro del país, ingresaron a la casa del ingeniero Dave Augustin, ubicada en la zona de Tabarre, a 10 minutos de la Embajada de Estados Unidos en Haití. Augustin, de clase media, tiene un negocio de reparación y venta de piezas de automóviles que funciona en la parte trasera de su casa, nada inusual en la economía predominantemente informal de Puerto Príncipe.
Por eso, no sospechó cuando llegó y vio a los bandidos en su casa, pues los confundió con clientes. Luego oyó un ruido afuera y vio que golpeaban a su padre. Fue entonces que salió de la casa y se lo llevaron. En principio los pandilleros exigieron casi un millón de dólares por su liberación. Unos días después redujeron el rescate a unos 150 mil dólares.
“Es una absoluta desolación para la familia. Golpearon a su padre y a su madre, lo que les produjo una psicosis de miedo. Perdieron el apetito, pasaron cinco días sin comer. Es una situación difícil para la familia en general, y también para los amigos”, dijo Jean Batard, quien vive en Francia y dice ser como un hermano del ingeniero Dave Augustin, finalmente liberado el miércoles 16 de junio.
El secuestro resurgió a finales de 2019 en Haití. Desde entonces se viene acoplando a la vida cotidiana de los haitianos junto con los apagones, la escasez de combustible, la basura en las calles, los robos y los ataques armados. Tanto así que poco a poco ha dejado de ser noticia. La diferencia con el secuestro es que no hay que salir a la calle para correr peligro.
Cada vez son más los casos de personas secuestradas en su propia casa, en su dormitorio. Incluso quienes se dedican a la labor social como Dachouvne Sévère, una monja de la Congregación de Santa Teresita del Niño Jesús que fue raptada la noche del 8 de enero de este año en la residencia que las religiosas tienen en Carrefour, una comuna a 17 km de Puerto Príncipe.
“Las cosas se están deteriorando. Uno puede ser atacado en cualquier parte, en casa como en las calles”, dice Joseph Michel, un vendedor informal de materiales de construcción de Pétion-Ville, una comuna en las afueras de Puerto Príncipe. La misma donde se ubica la casa de Jovenel Moïse, el presidente que fue asesinado mientras dormía en la madrugada del 7 de julio.
Según Joseph Michel, la desolación que se siente en las calles afecta su negocio, pues muchos de sus potenciales clientes se abstienen de salir por miedo a secuestros y enfrentamientos armados. “Ahora ya no escucho la radio, porque te despiertas y siempre escuchas malas noticias. Cada vez que enciendes la radio escuchas a una madre o un padre llorando por su hijo. Eso me perturba muchísimo”.
“Vivimos en una psicosis de miedo generalizada. Y eso es anormal”, dijo para este reportaje Marie Auguste Ducéna, directora de programas de la Red Nacional de Defensa de los Derechos Humanos (RNDDH) de Haití. “Es inexplicable que mientras las personas progresan en sus países nosotros estemos viviendo una situación así en la actualidad. Sales, y no sabes si vas a volver. Llevas a tu hijo a la escuela, y no sabes si llegará”.
Esta psicosis incluye, por ejemplo, el miedo a cierto tipo de vehículos. Como le explicó a Enquet’Action y CONNECTAS Marie Yolène Gilles, directora ejecutiva de la Fundación Je Klere (FJKL), desde que comenzó el aumento de los secuestros, la gente entra en pánico cuando ve una Ford Ranger doble cabina, “porque siempre hay alguna involucrada en los secuestros”.
Ante la incapacidad de las autoridades de atajar este delito, los haitianos parecen no tener forma de escapar del secuestro y, en muchos casos, de una muerte violenta. El Dr. Ernst Paddy, de 63 años, fue asesinado a tiros el 28 de febrero frente la clínica donde trabajaba, en Chemin des Dalles, a menos de 15 minutos del Palacio Nacional. Unos bandidos le dispararon en la cabeza.